martes, 14 de agosto de 2012

6. Cuatro cortes



Volvieron y Max me sonrió tocándose el cuello de la camiseta. Lewis le sacaba un poco de altura a éste.
 -¿Qué pasa chicos?
Lewis me dio un beso en la frente y dejó que Max me abrazara. Él se alejó y se quedó de brazos cruzados, pensativo, muy serio.
 -¿¡Queréis decirme qué pasa!? Max, ¿Por qué llevas cuello alto en verano? ¿Es que tu también tienes un corte? –Dije, alterada.-
Lewis se acercó.
 -No tengas miedo, no estás sola.
Me alejé muy nerviosa.
 -¡QUIERO SABER QUÉ PASA!
Max y Lewis se miraron. Me abalancé a Max y le bajé el cuello. Tenía un gran rasguño rojo.
 -Bien, ahora que sé que los dos tenéis esa herida en el cuello, ¿Me diréis por qué? ¿Qué pasa?¿Es una especie de juego? ¿¡ES UNA BROMA!?
 -¡No es una broma! Tranquilízate, joder. –Lewis encendió un cigarro.-
 -Me voy. –Dije, casi susurrando.-
 -¿Dónde vas a ir sola? –Dijo Lewis, mirando el suelo.
 -¿Qué? ¿Ahora crees que no sé defenderme? ¿Sabes? Tengo mejores cosas que hacer que estar preocupándome por unas heridas.
 -¿Ahora no te importo? –Dijo Lewis, levantándose-
 -¡Eres un egoísta! ¿Crees que tengo todo el tiempo del mundo? ¿Crees que esos cortes no me importan? ¿Qué queréis que haga si no me lo decís? ¿Seguir insistiendo como una estúpida? ¿QUÉ?
Lewis estaba a punto de hablar hasta que yo le corté la palabra:
 -¡Dime Lewis! ¿Y yo qué? ¿TE IMPORTO? –Estaba gritando muchísimo, llorando, Max estaba apoyado en la pared, mirándome.- ¿Qué soy para ti? ¿Una tía para unos cuantos polvos durante el verano? ¡DÍMELO!
Lewis volvió a intentar hablar, pero volví a interrumpir.
 -¡SI SIGNIFICO ALGO DEMUÉSTRAMELO! ¡No me trates como una niña! Por mucho que te sorprenda no, NO SOY UNA NIÑA.
Me di la vuelta y me fui. No pude oír qué decían Max y Lewis, pero escuché unos susurros. Desde esa noche no volví a ver a Lewis hasta una semana después. Y éste no dejaba de llamarme, dejarme SMS o decirle a mi hermano que me diga cosas de su parte. Yo no le había olvidado, ni pretendía olvidarle, además, eso habría sido imposible. Simplemente quería tiempo para que reflexionásemos, los dos. Ese día si bien recuerdo salí a comprar el pan en bicicleta al súper mercado cuando encontré a la salida una moto grande, rojo y con unas alas negras como pegatina.
Dejé la bici apartada y me acerqué a la moto, la acaricié y pensé dónde podría estar Lewis.
Me senté en ella y recordé el día de la acampada, íbamos muy rápido. Luego me acordé que Marylin también se había subido a esa moto, y quise salir cuando comenzó a sonar una alarma.
Fui a por la bicicleta antes de que Lewis pueda verme, me estaba muriendo de la vergüenza, estaba colorada y antes de que pudiera salir corriendo veo a Lewis salir de un pub yendo a por la moto. Me quedé paralizada, no sabía qué hacer.
 -¿Carrie? ¿Tu has hecho saltar la alarma?
Tenía los ojos como platos, el pelo despeinadísimo y estaba atónita.
 -¿Te encuentras bien? –Dijo, acerándose.-
 -S-sí… Esto… sí, he hecho saltar la alarma… lo siento.
 -¿Querías llevártela?
 -¡No! N-no soy rencorosa, créeme, simplemente… esto… me dejé un paquete de pañuelos la última vez que nos vimos.
 -Ah, pues no lo he visto. –Lewis estaba confuso.-
 -Entonces no pasa nada, ya me iba, he venido a por el pan y…
Me cortó el habla.
 -Ya te vale.
 -¿Cómo?
 -Desapareces una semana sin dejar rastro, no contestas mis llamadas ni mis mensajes, he ido a tu casa, ¿Sabes?
 -Necesito tiempo, ¡Necesitamos tiempo!
 -¿Tiempo, Carrie? ¿TIEMPO? Hace nada éramos desconocidos, y hoy tenemos algo, ¿Por qué quieres tiempo? ¿Te preocupa qué piensen los demás?
Me quedé callada, no sabía qué decir, ni si quiera una sílaba que pudiera calmar la situación. Y el, como siempre, comenzó a hablar.
 -¿Qué te parece si vamos a cenar esta noche? Y arreglamos las cosas con más tranquilidad.
 -Bien.
 -Esto… ¿A las ocho?
A las ocho, las ocho, no tenía planes.
 -Bien.
Una larga pausa.
 -Carrie, me han dicho que es tu cumpleaños en dos semanas.
 -¿Dónde?
 -¿Dónde qué?
 -Digo, que donde quedaremos hoy.
 -Ah, yo voy a por ti. Como siempre, ¿Vale? Te doy un toque al móvil cuando esté allí.
Asentí. ¿Dónde me llevaría? ¿Tendría que arreglarme? Eso de que no me avisase a dónde me iba a llevar no me ilusionaba del todo, pero bueno. Me imaginé que sería un lugar elegante, pero lo descarté rápido porque Lewis no cobra mucho dinero, y además, le cuesta llegar a fin de mes.
Pensé que me llevaría a un pub, de estos informales llenos de humo de cigarro. Me enfadaría si lo hiciese, no es muy buena idea. Luego me planteé un picnik, ¿Un picnik? No sé, posiblemente.
Sea donde sea le pondría intención y cariño seguro. Me puse un vestido beige con unas florecillas rojas, de seda y con muy pequeños volantes al final del vestido. Unas sandalias marrones y un bolso beige. No me planché el pelo, no tenía ganas, así pues me lo dejé rizado, y aun así el pelo seguía llegándome por debajo de la cintura. Cogí el teléfono móvil, un par de chicles, y algunas necesidades y las metí en el bolso. Antes de bajar mi hermano me llamó.
 -Carrie, tenemos que hablar.
 -Ya, bueno…
 -Lo siento, vale, estos arañazos no son culpa nuestra, y el no querer decírtelo tampoco.
 -¿Qué quieres decir?
Y con mi mala suerte, el móvil sonó, dos segundos, se cortó. Max me miró, me sonrió y me abrazó.
 -Anda, vete ya.
 -Pero… Quiero que… Esto… ¿Qué has…?
Mi hermano me llevó hasta la puerta mientras yo le hacía preguntas sin terminar, estaba confusa, ¿Qué habría querido decir con ‘’ estos arañazos no son culpa nuestra, y el no querer decírtelo tampoco’’? Una cosa estaba clara, y es que alguien había provocado todo eso.
Lewis me esperaba en la puerta, nos acercamos, nos dimos un abrazo, Max y él se saludaron con la mano, en fin, lo típico.
Me subí a la moto y él arrancó. El viaje se me hizo corto a causa de la pequeña conversación con Max… No dejaba de pensar en esa frase: ‘’ estos arañazos no son culpa nuestra, y el no querer decírtelo tampoco’’ No son culpa suya, nada es culpa suya… ¿De quién entonces? No entendía nada. Entramos a un pueblecillo llamado Befilled, era muy pequeño, sólo habían unas siete casas grandes de madera, y lo demás eran bares, tiendas cerradas, plazas, callejones y calles, muchas calles iluminadas por farolas, la mitad de ellas con los focos quemados. Como el pueblo era muy, muy pequeño ir de un sitio a otro era muy fácil. Lewis dejó la moto detrás de un basurero.
 -Sabes, aquí robar está de moda. Es mejor dejar tus cosas bien escondidas.
Tenía razón. Mi madre me habló una vez de que en los pueblos pequeños era mucho más fácil de robar, nunca pregunté por qué, pero ahora me parece muy evidente.
Se me había olvidado por completo el sitio donde me llevaría Lewis, y ahora que lo veo, sí, es original. Nos cogimos de la mano y fuimos caminando hasta una Taberna, era de madera, como el resto del pueblo. Tenía un letrero que decía: ‘’Taberna Gasness’’. La letra ‘’n’’ de la segunda palabra estaba fundida, y las demás letras lucían como si fueran nuevas, de un color amarillo fosforescente muy bonito.
 -¿Dónde me has llevado? –Pregunté, riendo-
 -¿Qué? ¿No te gusta? Aquí venía yo antes, tengo un par de colegas, ¿Quieres que te los presente?
Antes de que pudiera contestar un tío moreno, bajo y con el pelo gris de unos cincuenta o sesenta salió gritando:
 -¡Eh! ¡Amigo Lewis! ¿Qué haces por aquí?
Detrás de éste salieron tres de su misma edad. Vaya vaya, ¿Sus ‘’colegas’’ eran un par de viejos? Estaba impresionada, conteniendo la risa. El mismo viejo que saludó a Lewis vino hacia aquí y me besó la mano, echó una mirada a Lewis y dijo:
 -Así que éste es el afortunado, ¿Eh, preciosa?
Miré a Lewis riendo, y Lewis le separó, riendo también.
 -Eh, eh, cuidado con mi chica Riki, no la comparto.
 -Vale, Lewis, colega, ¿Entráis a tomar algo? Cortesía de la casa.
 -¿Me vas a invitar, abuelete?
 -Eh, eh, he dicho ‘’cortesía de la casa’’.
Me miró y continuó hablando:
 -Preciosa, ¿Tu has oído que yo diga algo parecido a ‘’invita la casa’’?
El abuelo era majo, muy gracioso. Después de hablar entramos en la taberna. Era de madera, por todos lados. Tenía varios cojines de colores secos alrededor de mesillas, sillones, sillas, todo tipo de asiento, hasta había una pequeña amaca colgando del techo. Nos sentamos en unos sillones, tenían tapizado rojo y delante había una mesa hecha con madera de pino. Todo era muy reconfortable, hacía la temperatura ideal, música tranquila, y lo mejor era que el bar estaba vacío.
 -¿Qué te parece? ¿Te han caído bien mis colegas?
 -Bastante, Lewis, si quieres los invitamos a la playa. –Dije, con tono irónico y riendo.-
 -Estupendo, espera que… -Y se levantó del sillón.- vaya a llamarlos, se lo dices tú…
 -¡No! Era una broma, ¡Siéntate! No puedo creer que te lo hayas tragado.
 -Bueno, Carrie, -Se sentó.- ¿Qué quieres tomar? Voy a pedirlo ahora.
 -Una Coca-Cola, Sprite o algo de eso, no te compliques mucho.
 -Está bien.
El lugar era muy bonito, le propondría a Lewis visitarlo más veces a partir de ese día. Me había gustado, y, sin duda, el pueblo donde estaba situado era perfecto. Mucha tranquilidad. Vi que Lewis hablaba con los abuelos en la barra y supuse que estaría unos minutos más allí. La verdad, me encantaba la idea de que tenga colegas de sesenta años, le darán buenas influencias. Mi abuelo era una biblioteca, muy sabio, y sé que estos señores también, así que me parece estupendo que vengamos aquí más seguido.
Lewis llegó y se sentó. Me miró. Me dio una Sprite y sonrió.
 -Son buenas personas.
 -Lo sé, se les ven. Si te apetece podemos venir mañana de nuevo. Invito yo, por su puesto.
 -Es una buena idea. Quiero comentarte una cosa.
 -Claro, dime, ¿De qué se trata?
Estaba esperando ese gran momento, me iba a decir la verdad sobre los cortes, iba a confiar en mi. Era perfecto. Pero no, mis esperanzas de que me lo dijera bajaron cuando comenzó a hablar:
 -Tu cumpleaños.

¿MI CUMPLEAÑOS? Sí, me lo había mencionado antes pero yo no quería darle mucha importancia, Lewis cobra muy poco al mes y estudia muy duro, seguramente querría regalarme algo y no me apetece que gaste su sueldo en mi.
 -¿Ah? ¿Qué pasa?
 -¿Cómo que qué pasa? Tu me diste una fiesta, yo te daré otra.
 -No, de veras, no quiero que te molestes.
 -Lo siento Carrie, ya está todo listo, no me vale ningún reproche, yo sólo quería avisarte.
 -Ah, estupend… ¿QUÉ? ¿No me digas….? ¿Es el dinero de tu bolsillo? No Lewis, en serio, yo…
 -¿Tu qué?
 -Yo no quiero que hagas esto por mi, una fiesta es mucho dinero, ¿Dónde tienes planeado celebrarla? ¿En una discoteca?
 -El dinero no es un problema, por favor, deja de angustiarte por tonterías. –Se puso una mano en la frente. –
 -No, si ya…
Me cortó al hablar, como siempre hace, ya estaba empezando a angustiarme.
 -Es que quiero hacerlo, no es una obligación, un deber, o un remordimiento, ¡Es un deseo! Carrie, te quiero, y quiero que terminemos este verano y lo recordemos como el mejor verano de nuestras vidas.
No respondí nada. No sé si se refería a que nuestra relación se acabaría en verano o si él tenía planeado seguir con la relación mucho más tiempo. Nada. Nos levantamos, nos despedimos de Rikki, el abuelo y al parecer el dueño de la Taberna Gasness y de sus amigos. Lewis me llevó a casa, el camino de vuelta también fue tan apagado como el de ida, sólo que tubo que ayudarme a ponerme el casco porque tenía los pelos enredados, me dijo que le gustaban pero aun así la próxima vez me haría la plancha. Lo que había dicho Lewis nos dio a pensar a los dos, nuestra despedida no fue tan bonita como otras, ni si quiera nos dimos un abrazo. Sonó el claxon y entré en casa, para sorpresa mía, allí estaban.

 -Ven aquí niñata, lo único que haces es darnos problemas. –Soltó mi querida madre. –
Tenía ese estúpido jersey de cuello alto, una falda larga y rosa y el pelo recojido, como si esperara alguna visita importante. A su lado estaba mi padrastro con unas cuatro botellas de cerveza tiradas en el suelo.
 -¿Qué? Dejadme en paz.
Me dispuse a subir las escaleras cuando mi ojo derecho visualizó una navaja en la mano de mi madre. Escuché a mi padre levantándose y venir a por mi. Estaba buscando el consuelo de Max, ¿Dónde estaba? ¿Qué le habrían hecho? Me cogieron por el pie y me arrastraron hasta una esquina. Mi madre no dejaba de apuntarme con ese cuchillo.
 -¿VES ESTO? ¿LO VES?
Se bajó el cuello del jersey. Un corte más. Ya son tres. Supuse que mi padrastro también lo tenía, pero estaba demasiado ocupado bebiendo como para enseñármelo. Mi madre prosiguió hablando:
 -¡ESTO ES POR TU CULPA! ESE IDIOTA DE TU AMIGO HA VENIDO HASTA AQUÍ A AMENAZARNOS.
¿Qué idiota? ¿Amigo? Imposible, no entiendo nada, pero tampoco podía pensar con claridad teniendo una navaja encima de mi cabeza.
 -¡Yo no he hecho nada!
 -¿Qué NO HAS HECHO NADA? ¡QUIERE VENGARSE Y LO ESTÁ PAGANDO CON NOSOTROS! Hasta que no mueras no nos dejará en paz, así que prepárate, COMENZARÉ HACIÉNDOTE EL MISMO CORTE QUE TENEMOS TODOS.
Me agarró del cuello, ahorcándome, susurrando unas palabras inentendibles. Mi propia madre iba a matarme. Ojalá le hubiese dado un beso a Lewis. Comencé a sentir sangre deslizarse por mi cuello y grité. Grité muy fuerte buscando la ayuda de Max, que por un milagro salió de la habitación, bajando las escaleras como un loco.
 -¡MAMÁ! ¿QUÉ HACES? DEJA ESO.
Mi madre aparentaba estar sorda, el corte se hacía más y más profundo a medida que pasaban los segundos. Mi hermano intentaba separar a mi Janette de mi pero lo empeoraba, porque entonces ella lo hacía con más fuerza. Vi cómo Max cogía una de las cuatro botellas que había al lado del sofá, la levantaba y golpeaba a mi madre en la cabeza. Se quedó inconsciente. Todo pasó muy rápido. Mi padrastro no era consciente de la situación a causa del alcohol. Por fin el corte había dejado de aumentar, pero yo seguía gimiendo. Mi hermano me sacó el cuchillo del cuello, y llamó a una ambulancia. Mi corte era cinco veces más grande que el de los demás.
Comencé a sangrar por la boca, a perder sangre, no recuerdo nada más.
Desperté en una sala blanca, otra vez. Odiaba el color blanco. Tenía el cuello vendado y una máquina atada al brazo. Un desayuno en la mesilla, la televisión encendida y otra vez, vi a Max conmigo, en la habitación.
 -¿Q-q-qué ha p-pasado? –Me costaba hablar, tenía los labios secos. -
 -Ah, Carrie. Esto, descansa, no ha pasado nada.
No podía creérmelo, ¿NO HA PASADO NADA? ¿Por qué no quieren confiar en mi? Era inútil insistir, así que cambié de tema:
 -¿D-dónde está Lewis?¿Ha venido a verme?
 -Jack.
 -¿Qué?
 -Jack provocó los cuatro cortes.



domingo, 12 de agosto de 2012

5. Ángel


Le hice unos creppes y un zumo de naranja de desayuno a Lewis. Yo ya no tenía porqué preocuparme por la hora que era y cómo iba a explicarles todo esto a mis padres, a ellos yo ya no los importaba. Serví las cosas en una bandejita de cristal y se las llevé a la mesilla del salón.
-Lewis, ¿Puedes despertarte?
-¿Qué?­ –Me dijo, tartamudeando.
– ¿Qué es esto?
-Es tu desayuno – Dije, sonriendo – ya sabes, tu cumpleaños.
-Oh, ¿No irás en serio verdad? – Me besó –
-Claro que sí.. – Comencé a cantar la canción de feliz cumpleaños mientras él suplicaba que pare riéndose–
Los creppes le gustaron mucho y según él tengo buena mano para la cocina:
-Cuando nos casemos me prepararás un buen desayuno todos los días, ¿Verdad? Que sea… ¡Como este!
-Vamos, ¡Tú también sabes cocinar! – Nos reíamos juntos –
-Pero qué dices, ¡Si lo hago de pena! ¿Has probado mis ravioles? Eso sí que me sale bien
Él echó la cabeza para atrás y recordé el corte del cuello.
-Lewis… ¿Qué es eso que tienes en el cuello?
-Ah, no es nad…
No dejé que terminara la frase:
-¿¡Y dónde estuviste anoche!? ¿Por qué no quieres decirme nada?
-Estuve en el técnico Carrie, créeme. – Me cogió la mano y me la besó. –
-Ya, bueno, pero… ¿Y ese corte?
Lewis puso una mueca no muy amigable:
-Escucha, Carrie, no quiero asustarte, ¿Vale?
-Si no me lo dices no habrá más desayunos.
Lewis rió, pero yo seguía mosqueada.
-Puedo vivir sin eso.
-Ah, ¿Si? Pues se acabaron los besos, ¿Qué te parece?
-No me hagas eso.
– Chocamos nuestras frentes –
-Entonces dímelo. Quiero saberlo.
-Pues se acabaron los besos.

Me despegué de él frunciendo el ceño. – Como quieras. – Comencé a recoger las cosas y a meterlas en el bolso.
-¿Te vas? – Pregunta.
-No te importa, ¿Verdad?
-Oh, claro que no, pero pensé que ahora que tus padres…
-No es eso, me apetece salir a dar una vuelta. – Dije, vacilando. –
-¿Quieres que te lleve a algún sitio?
Parecía que me quería tomar el pelo, ¿Primero me oculta cosas y luego quiere llevarme a casa? No lo entiendo, y tampoco quería entenderlo porque estaba muy furiosa.
-No, gracias.
-Está bien, ya nos veremos.
-Bien.
Estaba por irme, muy decepcionada hasta que Lewis me llamó. Estaba segura de que me lo contaría, mis esperanzas habían vuelto a flote.
-¡Espera, Carrie!
-¿Qué?
Bajó la cabeza y se tocó el pelo de la nuca antes de hablar.
-Gracias por la fiesta, todo un detalle.
Sonreí y cerré la puerta tras irme. Bajé en el ascensor, llegué a la puerta del portal y salí. Llamé a Anne y no me lo cogió, luego llamé a Jennifer:
-¿Hola, Jenn?
-Sí, Carrie, ¿Qué quieres?
-Oh, quería saber cómo estabas y si querías tomar un café.
-¡Por su puesto! ¿Dónde estás? Voy a buscarte.
-Estoy en casa de… En la plaza mayor.
-Muy bien, espérame en la palmera grande, ¡Hasta ahora!
Caminé tres manzanas hasta la plaza y vi el coche de Jennifer, por lo rápido que había llegado pensé que no estaría haciendo nada cuando la llamé, por eso accedió a venir. Pero sea lo que sea, necesitaba hablar con alguien.
De camino al StarBuck le conté lo que había pasado tras irse ella por la noche.
-¡Qué grosero! Debería contártelo todo, una relación con secretos no es una relación Carrie, ten cuidado.

-Lo sé, pero llevamos casi un mes y sin casi conocernos… Le quiero. No puedo dejar que un secreto arruine esta… esta lo que sea.
-¿Esta lo que sea?
-Me da… miedo llamarlo ‘’relación’’. La última que tuve fue un desastre.
-Tienes razón, pero igualmente no estoy a favor de que dejes pasar esto, tiene que decírtelo.
-Pero… ¿Y si intenta protegerme? No sé, igual tiene algo que ver con James.
Por cierto, lo primero que me imaginé fue a James acosando a Lewis, él nos odia y tal vez le advirtió sobre mi. Pero esto era una pequeña hipótesis, tal vez se dio con algún alambre arreglando un coche, pero… ¿Por qué no iba a decírmelo?
Bajamos y cogimos mesa en el café. Jenn sacó un cigarro del bolso y lo encendió.
-¿Desde cuando fumas? – Le pregunté, verdaderamente asombrada –
-Desde que Óscar me dejó. Ayer por la noche. – Se echó a llorar –
-Oh Jennifer, ¿Qué pasó?
El camarero se acercó a nuestra mesa.
-¿Qué desean tomar? – Pregunta, amablemente. –
-Dos cafés con leche, por favor. – Dije. –
-Enseguida se lo traemos. – Y dejó un tarrito de frutos secos en la mesa. –
El camarero se retiró y volví con Jenn, que cada vez lloraba más alto y le di mi hombro.
-Dice que se siente superior a mi.
No me lo creía, Óscar era un parecía un buen tío.
-Además me dijo que era fea. –Seguía llorando, y moqueando. – Me he pasado toda la noche mojando la almohada, ¡No he dormido nada!
-Bueno, yo casi que tampoco, eh. – Dije, riéndome, en un intento de animarla. –
Jenn levantó la cabeza. –¿Sabes qué? Que ahora estamos solteras las dos, ¿Me oyes? Y por ahí hay muchos tíos deseándonos, ¿Qué te parece si salimos a por unos…?
No pudo acabar la frase sin echarse a llorar de nuevo:
-Él era el único en mi vida. No sé que haré sin él. ¡Haced que vuelva! Por favor…
Me mataba verla desea manera, tan arruinada. De repente me sonó el móvil.
-¿Hola?
-¿Carrie? Soy Max, ¿Cómo estás? – Dijo, tartamudeando –
-Estoy… bastante bien, ¿Por qué lo preguntas? ¿Tú como estás?
-Me alegro muchísimo. Por nada, quería asegurarme. Y estoy bien, luego nos vemos, ¿Vale?
-Sí, claro…
¿Por qué habría llamado? ¿Quería saber si estaba bien? Eso es muy raro. Pero me alegraba de hablarle, Jenn interrumpió mis pensamientos con un llanto:
-¡Me odia! ¡Nunca volverá!
-Jennifer, ese tío no te merece.
-¡Yo no le merezco! Ese estúpido me dejó…
No sabía como calmarla. Empecé apagándole el cigarrillo, después la senté bien el la silla y le dije que se callara.
-Veamos, Jennifer, Óscar te dejó porque se cansó de ti. Las parejas van y vienen, nada es para siempre, ¿Me oyes? Nada. Y te dijo todo eso para arruinarte y para hacerse el macho, es decir, el que manda, ¿Pero sabes? No va así, tienes que ser fuerte y demostrarle que sin él eres más feliz que cuando estabais juntos. Pero la solución no es enrrollarte con otro tío, ¿Vale? Te quiero y no quiero que te equivoques ni metas la pata, porque esta vez Óscar va a suplicarte que vuelvas con él y tú le vas a rechazar porque no sabe como tratar a una señorita. No hay más. ¿Lo has entendido?
Jennifer se quedó boqui abierta. Me abrazó y me llevó a casa.
-Gracias tía, tú si que eres una amiga. – Me dijo Jenn, antes de que me baje del coche. –
-Bueno, es mi trabajo, ¿No? –Dije, riéndo. –
-Supongo…
Me bajé del coche, y oí gritar a Jennifer:
-¡Eh, Carrie! Ten cuidado con ese Lewis, no se las trae buenas.
-¡Te haré caso! Adiós.
Se fue. Me daba miedo entrar a casa después de casi dos días sin aparecer por allí. Me acerqué y vi las sábanas de la amaca cambiadas, ya no estaban las de flores amarillas, ahora las sustituían unas de estrellas azules, muy ridículas. Abrí la puerta con mis llaves y entré sigilosamente. Mi madre estaba poniendo un lavavajillas, y mi padre viendo la televisión. Los dos parecían tener frío por la ropa que llevaban; Cuello alto y mangas largas en la camiseta. Pues yo me moría de calor. Los dos me miraron, y a mi madre se le caían las lágrimas.
No estuvo bien lo que hicieron ellos, y me parece que estoy en todo el derecho de no hablarles. Subí las escaleras y vi la puerta de la habitación de Max. Toqué.
-Pasa.
Entré.
-¡Carrie! ¿Dónde has pasado la noche? – Vino a abrazarme. –
Él también llevaba camiseta de cuello alto y mangas largas.
-Bueno, pasé la noche con Lewis, en su piso…
-¿Cómo? Carrie, tienes dieciséis años. – Dijo, con cara de decepción. –
-Pero… ¿¡En qué estás pensando!? No hemos hecho nada, ¿Vale? Ni pensábamos hacerlo. – Me enfadé mucho con Max. –
-Está bien, sólo quería asegurarme.
-¿Qué? ¿Otra vez? ¡No soy una niña, Max! ¿Recuerdas? ¡Dieciséis años! Puedo decidir qué tengo que hacer y qué no por mi misma. – Salí de su habitación y entré en la mía cerrando la puerta de un golpe. –
Me senté en la cama y me hice una trenza en el pelo, me llegaba hasta por encima de la cintura. Encendí el móvil. No encontré nada. Extrañaba los SMS de Lewis preguntándome dónde estaba o cómo me encontraba una ó dos veces cada día. Eché la siesta y desperté a las diez PM. Apenas había dormido por la noche, ahora tendría el sueño al revés.
Miré el móvil de nuevo, Anne me había llamado dos veces, supongo que sería para devolverme mi anterior llamada. Mis pensamientos estaban totalmente arrebatados por Lewis. Quería sus besos en la cabeza, en la oreja, en la mejilla y en la boca. Los quería. Y los quería ya.
Pero si le llamaba tendería a ser la dominada de la relación, y no podía dejar que eso pase, así que decidí enviar un SMS a Jenn:

‘’ Jenn, necesito que me hagas un favor. No puedo llamar a Lewis y necesito que me digas si está bien y esas cosas, no me ha llamado en toda la tarde por lo que te he contado antes y estoy preocupada. Gracias, te debo una. ’’
Envié. Esperaba noticias urgentes pero mi paciencia se agota, le llamé.
-¿Lewis?
-Sí.
-Soy Carrie.
-Hola.
Todo sonaba muy incómodo. Quería sacar un tema de conversación pero no era capaz. Sólo quería escucharle un rato más, pero si yo no hablaba, al parecer él tampoco.
-¿Quieres tomar algo?
-Claro.
-Bien.
-…
-¿Qué te parece si me recoges donde siempre? ¿En diez minutos?
-Allí estaré.
Colgó antes de que pudiera despedirme. Me prepare lo más rápido posible y salí de casa.
-¡Hola! – Saludé, balanceando el brazo y corriendo hacia él. –
-Eh.
-¿Cómo estás? –Pregunté.
-Bien, bien. Oye, no tengo cigarros, ¿Vienes a comprar conmigo? – Me lo preguntaba mientras caminaba hacia el quiosco, daba por hecho que yo diría que sí, así que accedí.
-No me parece una buena idea que fumes.
-Ni a mi el hambre en el mundo, ¿Pero sabes? No puede remediarse.
Perfecto, ahora yo era la tonta. Compró el paquete, e iba a coger un cigarro cuando hablé.

-Vale, si tu fumas, yo también.
-No digas tonterías. – Encendió el cigarro. –
-No es una tontería, hablo en serio.
-¿Tú? ¿Hablando en serio? – Se rio. –
-Sí. –Cogí un cigarro del paquete y le saqué bruscamente el mechero y lo encendí. –
-¿Qué haces? Deja eso.
-¡Yo te lo pedí primero!
Me cogió en brazos, por la cintura. Como a mi me gustaba. Yo le rodeaba el cuello intentando mantener el cigarro mientras le abrazaba.
-Apaga eso. – Me decía, mirándome. –
-Tú primero. –Dije, dando una calada. –
-Está bien. – Lo tiró y lo pisó. – Te toca.
-Espera, no vamos a desperdiciarlo ahora, ¿Verdad? – Dándole otra calada mientras me reía. –
-Serás… ¡Me dijiste que lo apagarías! – Me lo sacó y me abrazó más fuerte. –
Nos sentamos en un banco, yo encima suya, besando el corte.
-No me importa si no me lo dices Lewis. Supongo que son cosas tuyas.
-Gracias.
De pronto el coche de mi hermano apareció.
-¡Eh, Carrie! Estaba preocupado.
Me levanté del regazo de Lewis.
-¿Preocupado? ¡Te he dicho que no soy una niña!
Lewis se levantó y le preguntó a Max si podían hablar a solas un segundo. No pude escuchar nada.

4. Blanco


La mañana siguiente no tuve un buen despertar, me encontré a Max a los pies de mi cama, dormido, y no vi a Lewis. Luego unas enfermeras vinieron a seguir inyectándome cosas y echándome más cremas. Me dijeron que en una semana me podrían dar el alta, para entonces mi rostro ya habría vuelto a la normalidad. Igualmente, esa zona de la cara me había quedado bastante sensible.
Max despertó, y cogió un croissant de mi desayuno. Yo me alegraba mucho de que estuviera conmigo.
 -Hola.
 -¿Cómo te encuentras?
 -Mejor, gracias. ¿Has dormido bien? Siento que tengas que quedarte aquí y…
 -No Carrie, al contrario, me he entretenido mucho hablando con tu novio, es buen tío.
¿Mi novio? Estaban sacando las cosas de quicio. Estaban exagerando todo, ¡Lewis no era mi novio! Sólo teníamos una pequeña relación, sin importancia. O por lo menos para mi.
 -Me alegro, por cierto, ¿Dónde está?
Realmente me interesaba. Quería saber adónde había ido, con quién, y porqué. Todo.
 -Está hablando con los médicos, ahora vendrá a decirte qué tienes que hacer para cuando salgas de aquí.
 -¿Y por qué no has ido tú?
 -Confío en el Carrie, además, quiere cuidarte y saber que no te pasa nada.
 -Vale, ¿Pero eso no es trabajo de papá y mamá?
 -Ya, bueno… Ellos no se han molestado en venir.
Todo era una pesadilla. Mis padres me odiaban, y yo estaba en el hospital con media cara de zombie. Lewis y Max eran el único apoyo que tenían. Bueno, hasta que llegaron Jenn y Anne a verme.
 -¡Carrie!¿Cómo estás?
 -Sí Carrie cariño, ¿Te encuentras bien? ¡Te hemos traído flores y bombones! -Anne estaba ilusionada, sabía que había escogido las flores con mucho detalle.-
 -Estoy bien chicas, ha sido un detalle que vengáis.
Jenn se sentó a mi lado y Anne al otro lado, Max nos dejó solas.
 -No hay de qué mujer, para eso estamos, ¿No?
 -Sí, supongo…
Anne me llamó para que la escuchara muy atentamente:
 -Carrie, Marilyn y las demás están buscándote y no van a parar hasta verte en silla de ruedas, tienes que tener mucho cuidado, ¿Me escuchas?
Marilyn, todavía me guardaba rencor. En fin, no era para menos. Cada vez que caminara por la calle tendría ese miedo encima por si me la encuentro. Me tranquilizaba estar con alguien. La semana no fue muy aburrida, Max, Lewis y las chicas hacían turnos para venir a verme, y de vez en cuando se quedaban a dormir. Lewis estaba deseando que me dejaran salir, me lo dijo una tarde que nos quedamos solos en la habitación.
 -Estoy deseando darte un beso.
 -Sabes que no puedes, mira como tengo la cara.
Cada vez que yo hacía un comentario diciendo lo fea que estaba Lewis me miraba más, y eso me ponía incómoda. Anne y Max me decían que Lewis me quería de verdad, mientras que Jenn me decía que no me fíe. Por otra parte, aún que no me lo haya vuelto a decir, siempre recuerdo lo que Lewis me dijo: ‘’ ¿Puedes pensar en lo que tú quieres y dejar de pensar en lo que vayan a decir los demás?’’
Todas las noches le doy vueltas a esa frase. Ya van a hacer dos semanas desde que nos conocimos y yo no pongo de mi parte, pero sé que le quiero. Y desgraciadamente sé que esto se acabará a fin de verano. Lewis seguía conmigo.
 -¿Quieres tomar algo?
 -Lewis, gracias.
 -No tienes que darlas, oye, ¿Te importa que baje a fumar un cigarro?
 -Claro que no, pero el último, ¿Eh?
Lewis bajó. Se hizo de noche y se quedó a dormir. La semana pasó rápida. Sólo veía cosas blancas, las paredes, los pijamas, la sopa y la leche, el uniforme de mis enfermeras, hasta las flores que me traían eran blancas. Esa semana terminé aborreciendo el blanco. El lunes me dejaron salir a dar un paseo, salí al parque con Max y estuvimos hablando, me sentía una abuela a la que tienen que sacar del asilo porque si no se vuelve loca.
El martes vino Anne llorando, diciendo que Harry le había dejado, estuve todo el día calmándola y se quedó a dormir conmigo.
El miércoles fueron a verme la cara, me operaron el pómulo izquierdo. No hice nada y no podían venir a verme. El jueves volvió Anne diciendo que había seguido caso a mis consejos y había vuelto con Harry, me alegré muchísimo por ellos. El viernes estuvieron todos en la habitación, era mi última noche en el hospital y vimos unas películas.
No hace falta decir que cada hora de cada uno de los días Lewis estuvo a mi lado.
El sábado por la mañana me dejaron salir. Max me llevó a casa, mi rostro estaba como nuevo. Entré, mis padres estaban riéndose en la cocina con tres cervezas en el suelo, estaban vacías. Mi madre me miró y giró la cara, y mi padre ni si quiera se molestó en ver cómo estaba. Subí a mi habitación y el móvil me sonó. Era un SMS de Lewis:
 ‘’¿Recuerdas nuestra parada al centro comercial? Hoy a las cuatro, donde siempre.’’
Fui a prepararme, me puse muy guapa para él. Cogí mis ahorros, y fui a la habitación de Max antes de salir.
 -Hola, Max.
 -Pasa.
 -Quería darte las gracias, esta semana sin ti hubiera sido una pesadilla.
 -De nada, sinceramente yo también me hubiera aburrido sin nadie a quién chinchar.
Nos reímos.
 -Te debo una Max, una grande.
 -Anda, vete ya, que te están esperando.
Nos abrazamos y salí de casa, lo más rápido posible para que mis padres no me vieran irme. Llegué al quiosco. Corriendo, compartimos un abrazo, un beso.
Estuvimos todo el viaje hasta el centro comercial sin parar de hablar y reír. Llegamos y entramos a muchas tiendas, él sólo me decía que me pruebe vestidos o bikinis. Y lo consiguió, me probé el vestido que quería.
 -¿Puedo pasar ya?
 -¡No! Además, no me gusta cómo me queda.
Le dio igual, pasó al vestidor.
 -¡Oye! ¡No podías pasar!
 -Estás preciosa.
 -Pero si ya me he quitado el vestido, ¿Puedes dejar que termine de ponerme la ropa?
Lo eché del vestidor. Terminé comprando un conjunto azul, un bolso, unos shorts y unos zapatos planos (Porque Lewis terminó convenciéndome)
Fuimos a la perfumería
Luego me compró un peluche gigante, era un oso blanco con un ‘’Te quiero’’ en la barriga. Después nos quedamos hablando mientras tomábamos un café. Lewis habló:
 -¿Ese no es James?
 -¿Qué dice….? ¡Y Marilyn!
 -Tenemos que salir de aquí ya. –Dijo levantándose de la silla.-
 -¿Les tienes miedo?
 -No, Carrie, tengo miedo de que te pase algo, vamos.
Pagamos el café y vimos que Marilyn nos señalaba mientras hablaba con James, le eché la lengua y salimos corriendo, ellos detrás nuestra.
-¡Corre Lewis!
-¿Por qué tanta prisa? No nos han visto aún.
-¡Si que lo han hecho! –Rei.-
Nos metimos dentro del centro comercial y veíamos a James detrás deseando matarnos. Entramos en la cámara frigorífica de una pescadería, la puerta del final daba a un pasillo al que nunca había entrado, al parecer Lewis sabía a dónde iba. Terminamos en el almacén del súper mercado, no parábamos de reír. Intentamos asomarnos y vimos a James y a Marilyn con la policía, al parecer les habían pillado corriendo. Salimos por la puerta trasera y conseguimos coger la moto e irnos.


Lewis me llevó a una plaza, carcajadas y carcajadas, nada más.
 -¿Has visto su cara? Ahora nos odiarán más que nunca Lewis. –Dije.-
 -Pero no le va a servir de nada odiarte porque no va a hacerte nada.
Me besó.
 -Oye Carrie, ¿Quieres venir a ver mi casa?
 -Esto.. ¿Para qué?
 -Quería que la vieras, es un piso, lo he ordenado para que vengas a verlo, ¿Qué te parece?
 -Está bien, me gustaría verla.
Fuimos hasta allí, en moto, como siempre.
Era un piso bonito, el suelo de parquet, las paredes a colores distintos y unos muebles muy modernos.
-Es muy bonito Lewis, ¿Lo has amueblado tú?
-Sí, todo yo. Me lo regaló mi padre a los dieciocho años, y a mi sueldo lo amueblé poco a poco.

Entré en la cocina. Encimeras rojas y blancas, azulejos blancos y parquet en el suelo. En una de las paredes había un calendario, me acerqué a ver qué fechas tenía señaladas, una de ellas estaba tachada entera.
-¿Por qué has tachado el 16?
-Es mi cumpleaños.
-¿Y qué?
-Odio el día de mi cumpleaños, envejeces, y la gente te dice ‘’felicidades’’ sin haber ganado nada. No sé, cosas mías.
Su cumpleaños era la semana que viene, y se me ocurrió hacerle una fiesta sorpresa. Llamé a mis amigas y a los suyos, éramos venticinco personas.
Decidimos celebrarlo en su casa, para cuando llegue del trabajo nos encontrara allí. Pude colarme en su casa porque el día antes de su cumpleaños me quedé a dormir allí, él se tuvo que ir y lo organicé todo. Globos de colores, serpentinas, música rápida y teníamos una lenta para el final, también había tarta y películas. Estábamos convencidos de que le encantaría.
Eran las nueve menos cuarto, en quince minutos llegaría Lewis, poco a poco fuimos buscando sitios para escondernos y apagando luces. En cuatro horas sería el dieciséis de julio, el día en que él cumpliría veinte años. Bah, ¡Veinte años! Me sacaba cuatro, yo los cumplía en noviembre, el catorce. Pensando en fechas, si Lewis y yo éramos algo (y me refiero a algo más que unos amigos) no recordaba el día en que lo comenzamos, no teníamos un ‘’nuestro día’’ y eso había que solucionarlo, ya se lo diría al acabarla fiesta. Sabía que era una tontería pero a mí me hacía mucha ilusión compartir un día entre los dos, celebrarlo y esas cosas…
En fin, seguíamos esperando, no llegaba. Se hicieron las doce de la noche y sólo quedábamos siete personas, Anne, Jenn, Harry, Óscar y tres amigos de Lewis.

Empecé a preocuparme y le llamé, lo peor es que saltó el contestador:
-¡Hola! Soy Lewis, en este momento no puedo hablar contigo, deja tu mensaje después de la señal.
‘’PIIIIIIIIIIIIIIIIIII’’
-¿Lewis? Soy Carrie, oye, estoy preocupada, no te veo por ninguna parte y encima no contestas al móvil, ¿Puedes llamarme en cuanto escuches esto? Sé que no quieres celebrar tu cumpleaños, pero yo sí quiero estar un rato contigo, además…
Se me acabó el tiempo de mensaje. Esperaba que me llame lo antes posible, pero no fue así.
Anne y Harry se fueron a casa, Jenn y Óscar se quedaron en el portal y después llamaron para decir que se iban, los tres amigos de Lewis (Jerry, Malcom y Josué) seguían en casa, al parecer no querían dejarme sola. La fiesta había sido un desastre. Eran las dos y no tenía noticias de Lewis.
-No te preocupes Carrie, Lewis es así, desaparece en cuanto menos te lo esperas y aparece en las mismas circunstancias.
Jerry intentaba animarme, y con la subida del alcohol intentó besarme en la cocina. Cada vez me preocupaba más Lewis. ¿Y si James le había atrapado?¿Y si estaban pegándole? No pude contenerme y salí de casa a por él. Malcom me llevó en coche a ver si le veíamos por la calle o en algún sitio. Visitamos todas y cada una de los pubs que más le gustaban a Lewis.
No lo encontrábamos, yo no paraba de dejare mensajes de voz. Me estaba cansando, y volvimos al piso. Jerry y Josué no estaban y Malcom decidió irse también.
Me puse las películas en el DVD y me entretuve un rato. Me quedé dormida esperándole, rondaban las cinco de la mañana.
Me desperté a las diez y tanto. Me encontré con una sorpresa que me agradó mucho:
Lewis estaba a mi lado, rodeándome con un brazo.
Quise despertarle para preguntar qué había pasado, pero parecía tan cansado que le dejé dormir. Tenía un arañazo en el cuello, aún sangraba. Se lo intenté curar mientras él jadeaba en sueños. Le tapé con una manta. Lo mejor de todo era que aún era dieciséis, podíamos celebrar su fiesta.

3. Subestimación


Anne quiso darme una opinión pero antes de que hablara su novio se la llevó, luego Jenn habló:
 -Yo pienso que es un pelín precipitado, no sé, que os conocéis desde hace tres días. Mírame a mi, yo no quise estar con Óscar hasta los cinco meses de amigos, y me parece poco, imagínate tres días.
 -Tienes razón, pero Jenn, que no es nada serio, es una relación de verano, de estas que van y vienen, cuando comience el instituto ninguno de los dos nos volveremos a ver. Déjame que me divierta al menos tres meses junto a él.
Jenn rio y me abrazó.
 -Bueno, como quieras, yo ya he aportado mi opinión, y a ver cuándo nos la aporta Anne.
 -No Jenn, la pregunta es cuándo la soltará Harry.
Reimos mucho, reimos y bebimos más.
Después de una hora quise ir a buscar a Lewis, me habían dicho que estaba en la barra y fui a ver. Me crucé con Marilyn, la chica baja y rubia de la acampada. La saludé y me dispuse a seguir mi camino cuando me paró:
-Escucha Carrie, James y yo hemos roto y ¿Sabes? Tu chico o lo que sea que seáis me gusta, así que déjale en paz, ¿Eh?
Me quedé atónita. ¿Qué tonterías estaba diciendo? No tenía ganas de pelearme con esa tía, así que seguí mi camino. Pero no dejaba de pensar en eso, Lewis no estaba en la barra, ¿Y si se ha ido con Marilyn?
Di media vuelta para volver y les vi besándose. Pararon cuando me vieron. Marilyn se acercó a mi y me sonrió. Se estaba yendo cuando me enfadé de verdad. No pensé, no sé si fue por las copas que tomé o por si quería defender mi orgullo verdaderamente.
Le cogí de los pelos y comencé a pegarle. Estaba encima suya descargando toda mi ira. No paraba de insultar, todos nos veían.
-¡CARRIE! ¡Para!
Lewis me levantó para que dejara de destrozarle la cara. Yo sólo podía gritarle cosas a Marilyn. James fue a por ella y sus amigas también, tampoco dejaban de insultarme. Anne y Jenn vinieron a ver cómo estaba, Marilyn me había hecho un moratón, pero en comparación con lo que le había hecho yo, no era nada.
James se acercó a mi, Lewis estaba muy atento a lo que podía hacerme.
 -Esta, la pagas, ¿Me oyes? Te vas a enterar.
Lewis me soltó.
 -¿Y tú quién te crees para amenazar a mi chica?
Empezaron a pegarse. Me levanté e intenté parales, me puse en medio y no tuvieron más remedio.
James se fue. Lewis y yo fuimos a unas escaleras a sentarnos. No hablé.
 -Carrie, ella me besó, yo no quise hacerlo. Créeme.
 -Da igual.
 -No, no da igual. Quiero arreglar las cosas.
 -Déjalo Lewis, os besasteis, no pasa nada. No tienes que darme explicaciones, nosotros no somos nada, eres libre de hacer lo que quieras.
 -¿No somos nada? ¡Acabo de pelearme por ti!
Me levanté y empecé a caminar. Él vino detrás de mí.
 -¿Tienes frío? Puedes ponerte mi chaqueta.
 -No.
 -¿Te sujeto el bolso?
 -No.
 -¿Los tacones?
 -En serio, no quiero que hagas nada.
 -Vale, por lo menos deja que te lleve al médico a que te vean ese moratón, no pinta nada bien.
Fuimos al médico, la consulta estaba vacía, así que no tardaron mucho en atendernos. La señora que me miró el golpe era bajita y rubia, como Marilyn, sólo que con treinta años más.
-Tienes eso bastante mal, pero por suerte no tiene daños irreparables, un hielo por las noches y en una semana se te desinflamará, ¿Vale?
-Bien.
Salí de la consulta, y me quedé esperando fuera. Lewis estaba hablando con la doctora y me asomé a escuchar.
-Lo único peligroso es que tiene la herida debajo del ojo, cuida que no se vuelva a golpear otra vez ahí o puede perder la vista izquierda, ¿Me oyes? Es muy importante.
-Está todo claro, doctora, gracias por atendernos.
-Aquí tiene su justificante médico.
Lewis salió de la consulta con un papel blanco y me dio la mano.
-¿Quieres tomar algo?
-¿A esta hora? No, gracias.
-¿Sigues enfadada?
No contesté.
Se puso en frente mía, me cortó el camino.
 -¿Qué pasa? ¿Que por qué venga una tía y me de un beso vamos a dejar de vernos? ¿Y si yo ahora te doy un beso qué? ¿Arreglaremos las cosas? Joder, parece que no te importo.
 -¡CLARO QUE SÍ! Me importas tú, me preocupan las heridas que te has hecho hoy, me preocupa que cada vez que alguien me diga algo vayas a pelearte, y me preocupa que no me quieras, ¡Me preocupas! ¡Todo! -No pude evitar llorar.-
 -Ven aquí.
Me levantó y comenzó a besarme y abrazarme. No me dejaba ir. Yo no quería que lo haga.
Acabamos sentados en el césped. Vi a mi hermano venir desde lejos y me levanté a ver qué quería, Lewis lo hizo también:
 -Me han contado lo que ha pasado Carrie, ¿Estas bien? Vaya golpe tienes en la mejilla.
 -Estoy bien Max, Lewis me ha llevado al médico.
 -Dime Carrie, ¿Cómo se lo explicarás a papá y mamá?
 -No lo sé, supongo que no hará falta decírselo, se enterarán solos.
Lewis y Max tuvieron una incómoda mirada, me abrazó, luego se fue y volvimos a quedarnos solos.

 -Ha sido una noche extraña. _Dije.
 -Olvidémoslo, ¿Vale?
 -Sí.
Un silencio acompañado de un viento nos envolvía. Entonces me di cuenta de que pegué a una chica por un desconocido. Pero un desconocido al que quería.
 -Dime Lewis, ¿Trabajas?
 -Estudio criminología. Ahora en verano trabajo en un técnico de coches y motos. ¿Tú?
 -Estudio, me gustaría ser abogada.
 -Es una buena profesión.
No nos mirábamos, simplemente nos preguntábamos cosas el uno al otro.
 -Te toca.
 -Me toca preguntar, ¿Eh? Bueno, Carrie.. ¿Has tenido alguna relación?
 -Sí, de cinco meses el año pasado. Fue un desliz, el chico se llamaba Brad, todo empezó cuando me tiró una copa encima.
 -Muy típico, ¿Y por qué lo dejasteis?
 -Me engañó. Estaba desde hace un mes con otra chica, y a ella no le importaba compartir a su chico. Bueno, todos sufrimos desamores, ¿Cuál ha sido el tuyo?
 -Ninguno. He tenido una relación de tres meses, ya luego las típicas de una noche.
 -Qué formal. -Le dije, mirándole con una sonrisa.-
 -Dime Carrie, ¿Cuáles son tus aficiones?
Hubo un silencio desgarrador.
 -La fotografía, leer, tocar el piano y de vez en cuando pintar.
 -¿Retratos?
 -De todo un poco. ¿Y las tuyas?
 -Escuchar música.
 -Me gusta. ¿Qué te parece si vamos mañana al centro comercial?
 -Ah, ¿así que quieres que te ayude a sujetar las prendas de ropa que no sabes si comprarlas o no?    Buen plan.
 -No es exactamente eso, pero si no quieres no pasa nada.
 -Claro que quiero, ¿Voy a buscarte?
 -Está bien, donde siempre. A las cuatro.
Me besó. Y no paraba de besarme. Nos tumbamos en el césped, yo estaba encima suya. Besos y más besos.
 -Tengo que irme Lewis.
 -Aún queda lo mejor, ¿Te vas ya?
Me puse de pie, él también.
 -¿Te llevo?
 -Está bien.
La moto estaba yendo hacia Baker Street. Cuando llegamos, me pidió disculpas.
 -Siento lo que ha pasado hoy, todo. Es decir, ha sido un error lo de la fiesta, ¿Sabes que las amigas de Marilyn no te dejarán en paz? Soy un estúpido nunca debí llevarte, tienes dieciséis años…
 -Sí que debiste llevarme, lo que pasó no se puede remediar, pero ha sido una bonita noche. Además, ¿Qué pasa si tengo dieciséis años?
 -Eres una renacuaja todavía.
Se rio y me abrazó.
 -Mañana nos vemos.
 -Está bien.
La moto arrancó y él se fue. Entré a casa. La luz se encendió sola y mi padre estaba esperándome en el sofá.
 -Te acabo de ver con ese chico de nuevo. No te conviene.
 -No eres quién para decirme qué me conviene.
Estaba subiendo las escaleras cuando mi madre me llama desde el pasillo.
 -Él puede que no, pero yo sí. Siéntate Carrie.
Me senté en el sofá de en frente.
 -¿Qué queréis?
 -Queremos que te olvides, puedes cometer muchos errores con ese hombre hija, no te conviene.
 -Mamá, es un buen chico, está estudiando criminología, ¿Sabéis? Y además trabaja. ¿Por qué no me conviene?
Mi padrastro encendió la pipa.
 -No queremos que te desconcentres de tus estudios con un niñato de tan poco talante. Le he visto ir a más de cien caballos en esa moto, no es conveniente.
 -Yo le he visto ir a más, y no ha pasado nada, ¿Es que vosotros no tuvisteis riesgos?
 -¡No tan estúpidos!
Mi madre comenzó a gritar, ella no sabe terminar una discursión sin gritar. Entonces también grité:
 -¿¡Estúpidos!? ¿Ir en moto es estúpido?
 -¿Sabes lo que sí es estúpido? ¡Estar con una chica como tú!
Mi hermano bajó las escaleras e intentó venir a ayudar alejando a mi madre de mi, pero ella seguía gritándome:
 -¡No tienes nada bueno! ¡Sólo dinero de tus padres! No sé qué le habrá gustado de ti a ese pobre chaval, ¿¡Es que ahora no tienen conciencia!? ¿¡Con la de chicos que hay y tienes que ir a hacer perder el tiempo a ese!? ¡Debe estar harto de ti!
 -Cállate mamá. –Dije, perdiendo la paciencia.-
Pero seguía gritándome lo horrible que era como persona.
-¡Eres inútil! Fea, horrible, ¿Qué te habrá visto? Dime, responde, ¿QUÉ?
 -¡CÁLLATE!
Sin más, mi madre me abofeteó la mejilla izquierda, la del golpe. Caí al suelo y me quedé unos segundos tirada sujetándome la cara. Mi hermano se agachó a ver cómo estaba y yo no hice más que subir a mi habitación. Mi madre me seguía gritando cosas. Max subió a hablar conmigo.
 -Tranquila Carrie, mamá ha bebido.
 -¡No tiene derecho!
 -Lo sé… Carrie, tienes la cara mal, ¿Es normal?
Me miré al espejo, la parte izquierda de la cara estaba morada, y el ojo rojo e hinchado.
 -La doctora me advirtió sobre esto.
 -Vamos al médico ahora mismo.
Bajamos las escaleras y vi a Scarlett (Mi madre) bebiendo tirada en el sofá.
Salimos al coche y fuimos al ambulatorio, me miraron la herida y me dijeron que debía pasar la noche en el hospital. Me inyectaron cosas raras, decían que era para que se deshinche la herida, y no paraban de ponerme cremas. Mi hermano quiso quedarse para hacerme compañía.
 -¿Quieres que haga algo por ti?
 -Sí, por favor, llama a Lewis.
 -¿A esta hora?
 -Quiero saber si quiere de verdad estar a mi lado o no. Por favor.
Le llamó. No contestó. Le envió un SMS. A las seis de la madrugada apareció en mi habitación y Max nos dejó solos.
 -Carrie… ¿Qué ha pasado?
 -Una pequeña pelea con mi madre.
 -Te dije que te cuidaras la mejilla, joder.
 -Sólo quería que supieras que mañana… No creo que podamos ir a comprar.
 -Vale, no te preocupes. Pero esta vez te toca prometerme tú a mi que cuando salgas de aquí iremos, ¿Vale?
 -Te lo prometo.

Apenas podía sonreír, ni abrir los ojos. La habitación en la que estaba era horrible, siempre he odiado a los médicos, de pequeña me pincharon por portarme mal, pero con Lewis y Max todo se me hizo más leve. Ellos se quedaron conmigo hasta la mañana, al parecer se cayeron bien. Hablaron de mi, de lo que había pasado, de mis padres, y luego de fútbol, entonces me quedé dormida.

2. Quién me mandó a pensar.


Ya era por la mañana. Lewis estaba dormido, le acaricié el pelo y no paré de mirarle. El sol estaba saliendo, era precioso. Volví a mirarle, sin pensar nada, sólo hablaba mi corazón, y por mucha tontería que parezca, lo hice. Le besé los labios y abrió los ojos. Me puse totalmente colorada y me alejé unos cinco centímetros de su cara.
 -Buenos días, princesa.
Me dijo, sonriendo.
 -Lo siento Lewis.
 -¿Haberme despertado? No te preocupes.
 -No, haberte besado.
Me miró a los ojos, un buen rato.
 -Ha sido el mejor beso mañanero que he tenido en toda mi vida.
No pude evitar reírme y él me pasó el brazo por el hombro, nos quedamos viendo salir el sol.
 -Ayer dije una estupidez, claro que nos volveremos a ver, ¿Verdad?
Subí y bajé la cabeza, afirmándolo.
 -¿Bajamos ya, Lewis?
 -Vale.
Estábamos abajo, los demás miraban el sol sentados en la orilla mientras nosotros recogíamos nuestras cosas. Lewis terminó antes y vino a ayudarme.
Jenn y Óscar estaban dándose el lote debajo de un árbol, hasta que la llamé:
 -¡Eh, Jenn! ¡Tenemos que irnos!
 -Todavía es temprano, Carrie.
Me acerqué a explicárselo:
 -En media hora ha reservado el lugar una familia para hacer una parrilla. Somos más de doce personas y tenemos que irnos antes de que nos echen, ¿No te lo había comentado antes?
 -Mierda, ¡Chicos, a la furgo! ¡Vamos!
En diez minutos estaban todos listos para irse, nos despedimos unos de los otros hasta que Marilyn, una chica bajita y rubia se acercó a Lewis y le pidió que si podía llevarle a casa.
Lewis aceptó y en lugar de él me llevó James en moto.
Antes de subir Lewis me llamó y fuimos detrás de un árbol. Me plantó un beso de más de cinco segundos, después comenzó a hablar:
 -Carrie, no iba a decirle que no a Marilyn, se ha peleado con James y.. En fin, sólo quería avisarte, y si este tío te hace algo raro, grita. ¿Eh?
 -¿Qué? No tienes que darme explicaciones, ¿Sabes? Aún somos descanocidos.
Sonó el claxon y se fue, un poco impresionado. Me subí a la moto con James, que no paraba de soltarme cumplidos y yo no paraba de pensar en Lewis.
Él me llevó hasta Baker Street, no sé porqué Lewis me advirtió sobre James, parecía un chico encantador. Nos despedimos y entré en casa, eran la una de la tarde. Mis padres estaban en el salón y mi hermano mayor en la cocina preparando la comida. Nadie sabía que en unas 24horas mi forma de pensar sobre los hombres había cambiado por completo. Ahora confiaba en un desconocido. Subí a mi habitación y no tardé en darme cuenta de que mis cosas seguían en la furgoneta de Harry, y como no tenía su número llamé a Anne:
 -¿Hola?
 -Anne, soy Carry, escucha, mis cosas siguen en la furgoneta y..
 -¡Ah, sí! Están en mi casa, pásate en un rato a por ellas, ¿Vale? Te espero.

Colgó el teléfono. Me pasaría después de comer, aún que tampoco tenía mucha hambre. Salí al porche de mi casa, no era muy grande pero era acogedor. Tenía mucho césped, que estaba dividido por un camino de roca hacia la entrada principal. Mi casa era blanca, con las ventanas de madera, y la puerta también. En una parte del césped había una amaca y una mesilla. Ahí es donde yo leía, escuchaba música y reflexionaba. Fui a sentarme, no quería pensar, sólo escuchar ‘’Ángel’’.
Pasados unos minutos escuché el sonido de una moto, grueso, robusto y alto. Me imaginé que sería un vecino y no me hice ilusiones, pero para asegurarme me asomé. Entonces vi a un chico alto, moreno y de tez clara de espaldas quitándose el casco. Lewis.
Automáticamente fui a abrazarle, como dijo él ayer, posiblemente no nos volveríamos a ver, pero no fue así. Me subí encima suya y él me sujetaba por la cintura, nos mirábamos como si no nos hubiéramos visto de hace años. Me bajé y hablamos.
 -Carrie, te juro que ha sido la mejor acampada de mi vida.
Me lo decía bajito, acariciándome el pelo.
 -Pero… ¿Qué estas haciendo aquí? Lewis… No nos conocemos… No sé porqué me comporto así contigo…
 -No podía esperar a verte.
Él seguía sujetándome de la cintura. Me solté y di media vuelta.
 -Si piensas que esto va a funcionar, lo estamos haciendo mal.
Me dio la vuelta y me miró. Estábamos en medio de la carretera.
 -Pon un poco de tu parte, ¿No confías en mí?
 -¡Claro que sí!
 -Entonces, ¿Qué te preocupa?
 -Lo que piensen los demás, somos dos desconocidos Lewis, es demasiado..
 -¿¡Demasiado qué!? ¿Puedes pensar en lo que tú quieres y dejar de pensar en lo que vayan a decir los demás?
Entonces mi padrastro abrió la puerta de casa. Era un hombre alto y decidido.
 -¿Qué estás haciendo con mi hija? -Gritó.-
 -Escuche, señor, sólo pretendo…
 -¡Vete de aquí! No quiero volver a verte, Carrie sólo es una niña, ¡sin vergüenza!
Mi paciencia se agotó, no soy una niña. Tengo dieciséis años, y puedo decidir con quién quiero estar.
 -¿Una niña? Papá, no soy una niña, ¡He crecido! Tengo todo el derecho a estar con quién me de la gana, ¿Me escuchas?
 -Cállate Carrie, este chaval se va a ir ahora y no quiero volver a verte con él.
Estaba indignada, nunca me había dicho eso, nunca me había limitado a ningún chico. Se me escapó una lágrima sin querer y miré a Lewis, y él me la limpió. Entonces se subió a la moto.
 -Lewis, de veras que lo siento.
 -No te preocupes Carrie.

Mi padre salió del porche a por él, no quería nada bueno. Entonces Lewis arrancó y se fue. Entré a casa peleándome a gritos con mi padre. Que ni si quiera era mi verdadero padre, sólo era el novio de mi madre. Le odiaba.
Subí a mi habitación y me tumbé en la cama, no quería hacer nada, sólo dormir. Mi hermano Max llamó a la puerta, él era cuatro años mayor que yo, siempre estaba protegiéndome.
 -¿Carrie?
 -Pasa.
Entró y se sentó a los pies de la cama. Me senté junto a él.
 -No llores, sólo es un tío, no quiero que llores por tíos.
 -Jhon no tiene ningún derecho a privarme de mis relaciones. Le odio.
 -Quiere protegerte, ¿Cómo se llama tu amigo?
 -Lewis.
 -Tiene mi edad, ¿Verdad?
 - Sí.
No quería entrar en detalles con Max, él estaba de parte de Jhon. Aproveché y le dije que si podía llevarme a casa de Anne en coche, porque tenía que recoger mis cosas. Así lo hizo. Cuando llegué a su casa Max me esperó en la puerta.
 -Anne, necesito verte, ¿Estas?
 -Sí, pasa. Aquí tienes tus cosas.
 -Tienes que darme el número de Lewis.
 -¿De Lewis? Claro, te lo pongo en un SMS, ¿Vale?
 -Gracias Anne, por todo.
 -No hay de qué, por cierto, ¿Por qué quieres su número?
 -Te lo explicaré luego, llámame, ¿Vale?
Nos dimos dos besos de despedida y subí al coche con el equipaje. De repente me llegó el SMS con el número y lo guardé. Llegamos a casa, subí a mi cuarto y llamé a Lewis.
 -¿Hola?
 -¿Lewis? Soy Carrie.
 -¿Cómo has conseguido mi número?
 -Me lo dio Anne, quiero que sepas que siento mucho lo de Jhon, mi padrastro.
 -No pasa nada, yo hubiera hecho lo mismo en su lugar.
Quería verle. Quería oír su voz. Solté cualquier tontería para que no cuelgue el teléfono. Y hablamos durante un buen rato.
 -¿Qué te parece si nos vemos en la plaza, Carrie?
 -Pero mi padre…
 -Recuerda lo que te dije antes, piensa en lo que quieres tú.
 -Está bien. En un rato estaré allí, espérame.
Colgamos el teléfono. Fui a ducharme, y a vestirme, me puse lo mejor que había encontrado. Bajé y le dije a mis padres que salía a tomar café con Jenn. Se lo creyeron, entonces fui en bici hasta la plaza, y allí estaba. Solté la bicicleta, la dejé tirada en el suelo y corrí hacia él.
Otra vez, me subí sobre su cintura y él sujetaba la mía. Un intenso abrazo, caricias y besos. Después de un rato mirándonos el uno al otro, hablé.
 -Me lo prometiste.
 -¿El qué?
 -La canción.
 -Ah, sí. Espera un segundo.
Sacó su Ipod y me pasó la canción de Aerosmith, Ángel.
 -Quiero que la escuches cada vez que no estemos juntos, ¿De acuerdo?
 -Sí.
Nos quedamos callados un rato, mirando hacia abajo, sentados en un banco. Luego me propuso un plan para esta noche.
 -Unos amigos y yo vamos a ir a una pequeña fiesta, ¿Vendrías?
 -No lo sé.
 -Será divertido, convenceré a Harry y Óscar para que vayan, así tus amigas también irán, ¿Qué te parece?
 -Está bien, ¿Dónde es?
 -Yo te recojo, ¿Qué tal si me esperas en el quiosco de al lado de tu casa a las nueve?
 -De acuerdo.
Ah, y una cosa Carrie, como te pongas tacones te los rompo, ¿Me oyes?

A Lewis no le gustaba que vaya en tacones porque me veía hecha polvo. Además con o sin tacones él me sacaba una cabeza de altura. Fuimos a tomar unos helados y volví a casa, eran las siete.
Me preparé para la noche, me vestí con un vestido negro por encima de las rodillas, un bolso y aún que me dijera que no me llevase tacones, me los llevé. Eran más cómodos que los del otro día, supuse que no tendría problemas.
Mi hermano también salía esa noche, se quedarían en casa mis padres. Me despedí de ellos y salí al quiosco.
-Mierda, ¿Te has puesto los tacones? -Me dijo, riéndose.-
Tenía un cigarrillo encendido, yo no tenía ni idea de que fumaba.
-Así es, ¿Estoy mal vestida? -Di una vuelta para que me viese.-
Suspiró, dio la última calada al cigarro, lo pisó, soltó el humo mirando hacia el cielo y me miró:
-Estás increíble.
Subimos a la moto, y fuimos hasta la fiesta.
Era en una discoteca, pero todos estaban fuera, ya que dentro no se podía fumar. El suelo era de roca y costaba un poco andar con tacones por ahí, así que no tuve reparo en quitármelos, los tenía en la mano. Vi a Anne y a Jenn y fui a saludarlas, Lewis fue con unos amigos mientras yo les contaba la historia a mis amigas.
Tomamos unas copas y nos quedamos hablando. 

1. De acampada.


Eran las tres de la madrugada. Los tacones me estaban matando y hacía muchísimo frío. Decidí irme, mis amigas Anne y Jennifer estaban en la barra, borrachas. Salí del pub y comencé a andar, mi casa no estaba tan lejos, pero tampoco tan cerca. La calle estaba desierta, no se oía nada salvo una leve música que provenía de donde me acababa de ir, cada paso que daba, el ruido iba disminuyendo hasta no escucharse nada. La acera estaba húmeda, la luz de una farola no paraba de parpadear, y no pasaban coches, ninguno.
Justo cuando iba a sentarme a descansar en un banco, vi que una moto venía hacia mi. Era roja y grande, con una pegatina de unas alas negras en el lateral. Ésta se paró, la llevaba un chico moreno y de tez clara, al igual que los ojos. Se quitó el casco, me miró y empezó a hablar.
-¿Te llevo?
-¿Cómo?
-Que si quieres que te lleve.
-¡Claro que no!
-Bueno, yo solo he venido a hacer lo que me ha pedido Anne. Un gusto, me voy.
Iba a ponerse el casco de nuevo, pero le paré con una pregunta.
-¡Espera! ¿Que Anne te ha dicho qué?
-Es igual, soy Lewis.
-Carrie.
-Pareces helada, ¿Seguro que no quieres que te lleve? Además, esos tacones deben estar haciéndote polvo.
-Bueno, vivo en Bakeer Street, ¿Te importaría?
-Para nada, sube.
Me quité los tacones y subí. Sabía que no era demasiado correcto ir en la moto de un desconocido a las tres de la madrugada, pero el chico parecía ser buena persona, y si Anne se lo había dicho me juntaba más confianza.
Supuse que no se me escucharía mucho, pero intenté volver a preguntar:
-¿Podrías decirme qué te ha dicho Anne que hagas?
-Nada, tranquila, soy un amigo de Harry, su novio.

No escuché muy bien lo que dijo al final, pero tampoco iba a preguntárselo. Llegamos, bajé, le di las gracias, dos besos y entré a casa, cerré la puerta y escuché el ruido de la moto lléndose.  Era un ruido un tanto particular, grueso, sonaba robusto y muy alto. Encendí el móvil, tenía 5 llamadas perdidas de Jenn y Anne, y un SMS de ésta recordándome que mañana iríamos de acampada, para que no olvidase prepararme. Saldríamos temprano e iríamos a un lugar parecido a un bosque,  también tenía una pequeña playa debajo de las montañas, había que bajar una cuesta para ir hasta allí.. Harry había reservado una noche para más de doce personas.
Me fui a dormir, la noche pasó volando hasta el despertador, las nueve de la mañana. Me levanté y fui a ducharme, a desayunar y prepararme para salir. Antes de que se despertaran mis padres dejé una nota en el frigo diciendo que volvería mañana por la mañana.
Al oír el claxon salí de casa con la mochila. Me esperaba el coche, conduciendo Harry, Anne de copiloto, y Jenn y óscar detrás con mucha gente más que apenas conocía, en la furgo cabían 9 personas, además de las motos que venían detrás de ella, y una era la de Lewis. Jenn salió del coche y se acercó a mí:
-Hemos ido antes a recoger a otros amigos, la furgoneta está llena y Lewis ha estado diciendo que quiere llevarte y.. ¿Te importaría?
Madre mía, ahora me toca ir al camping con un desconocido.
 -Ah, ¿Lewis? ¿El de ayer? No me habéis dicho que venía.  –Dije con tono vacilón.
 -Carrie, tampoco te hemos dicho que venía Tami, ni Bella ni ninguno de los que hay en la furgoneta. No sabíamos que te molestaría.
 -¡No! Al contrario, cuantos más, mejor, ¿no?
 -Gracias Carrie, Lewis te está esperando, pon tus cosas en el maletero de la furgoneta, cuando lleguéis id a montar las tiendas con nosotros.
 -Ya, vale. Jenn, tienes que explicarme porqué mandaste a Lewis a buscarme ayer.
 -Ah.. Bueno, eso lo hablaremos luego, ¿Vale? Me haces un favor, ¡Luego nos vemos!
Se fue a sentarse de nuevo, giré la cabeza y allí estaba su moto, con él delante. Me acerqué, le saludé forzando una sonrisa y le agradecí por llevarme. De veras estaba agradecida, eso era lo único no falso que pude decirle.
Me subí, me dio un casco, y también llevaba esas alas negras, y ahora que podía verlas de cerca, me fijé en ellas; tenían una ‘’A’’ en medio metida en un circulito. El símbolo me sonaba, no sé si de mi padre o qué. Me lo puse, ya habían despegado todas las motos y la furgoneta también. Sólo quedábamos nosotros.
 -¿Preparada?
 -Pues sí, ¿Por qué?
 -Cogeremos otro camino, más corto, y a más velocidad.
 -¿Otro camino?
 -Agárrate.
Antes de que pudiera hacerlo, la moto ya había despegado. Íbamos a mucha velocidad, nadie pudo vernos porque tomamos un camino por detrás de las rocas. Yo iba muy agarrada a su cintura, si os soy franca, en mis dieciséis años había ido tan rápido sobre un vehículo. El viaje se estaba haciendo rápido hasta que comenzó a hablar, apenas escuchaba:
-¿Quieres que vaya un poco más lento?
-¡No, esto es entretenido!
No pude evitar las carcajadas, él se rio detrás de mí y aumentó la velocidad. Paramos donde estaban las demás motos. Observé el sitio donde dormiríamos, era como un bosque, y un poco más adelante, bajando una larga cuesta había una playa. El lugar era precioso. Nos sacamos el casco y bajamos de la moto.
Me mira, se ríe.
-Uy, perdona, ¿Te he despeinado?
No sabía qué contestarle, la verdad es que sí. Le pegué un empujón y soltamos unas carcajadas.
-¿Y tú? Parece que te has peinado con una batidora.
Me reí, di la vuelta y me fui dando unos brincos hasta que alcancé a Anne y le di un abrazo. Después bajamos a montar las tiendas, cuando acabamos todo el mundo fue a su bola; unos en el agua, otros explorando la montaña, y otros haciendo la comida. Me senté debajo de un árbol y me puse los cascos de música, encendí el Ipod y me desconecté de todo. Habrían pasado unos veinte minutos cuando Lewis se sentó a mi lado.
-¿Qué escuchas?
-Un poco de todo.
-Bah, ¿Sabes lo que es bueno? Escucha esto.
Desconectó el Ipod de mis cascos y los conectó al suyo. Me puso una canción, la letra era preciosa. No pude evitar cerrar los ojos hasta que acabó la canción.
 -¿Qué es?
 -Ángel, de Aerosmith.
 -Nunca me había parado a escuchar su música.  –Dije, pensando en escuchar esa maravilla otra vez.-
 -Pues ahí la tienes, Carrie. Aerosmith es el mejor grupo de rock que existe.

Ahora comprendía lo del símbolo de su moto, la ‘’A’’ en el círculo y las alas, me sonaba por mi padre, antes de dejarnos lo oía muy a menudo. Escuchamos la canción unas cuantas veces debajo del árbol, hasta que se hicieron las dos de la tarde, estaban llamándonos para comer.
 -Venga Carrie, ¡A comer!
 -¡Espera! ¿Puedes pasarme la canción?
 -Claro, luego, ¿eh? Mis tripas me van a asesinar si no bajamos ahora.
 -Pero tienes que pasármela, ¿Me lo prometes?
 -Sí, pero venga, vayamos.
Comimos un asado hecho por Óscar, el novio de Jenn y Eric, un amigo.
Estaba realmente bueno, Coca-Cola junto a unas bebidas, luego fuimos al agua. Me puse el bañador con las chicas detrás de unas rocas, bajamos, nos esperaban los demás en la orilla. Nos lanzamos todos al agua a la vez, hicimos carreras de caballo, nos tiramos desde unas rocas y jugamos con un neumático que encontramos. Se hicieron las siete de la tarde, yo estaba envuelta en mi toalla junto a Anne y Harry besándose, era un poco incómodo. Vi a Lewis sentado en una toalla y me acerqué.
 -¿Puedo sentarme?
 -Sí, ¿Qué pasa?
 -Esos dos me estaban empezando a dar un poco de asco.
Me mira, y se ríe. Lo hacía cada vez que yo soltaba un comentario totalmente serio, o por lo menos mara mí.
 -¿Quieres escuchar otra canción?
 -Vale.
 -Fly Away From Here.
Puso la canción mientras me contaba que su madre murió cuando él era pequeño.
 -De cáncer, yo tendría unos seis años, luego mi padre no me perdió de vista. Por ese entonces mis padres escuchaban juntos esta canción en el hospital.
 -Lo siento, de verdad, no sabía nada..
 -A mi madre le encantaba este grupo, ¿Sabes?
Me lo dijo sonriéndome.
 -Bueno, dejemos este tema Carrie, ¿Qué te parece si nos bañamos por última vez? No sé, mañana nos tendremos que ir y tal vez no nos volvamos a ver nunca más.
 -Bueno, eso no es seguro, pero sí, bañémonos.
Bajamos a la orilla, todos estaban en las tiendas. Hacía una brisa muy confortable, me acerqué al mar y Lewis me cogió de la cintura.
 -Parecemos los de Titanic.
 -Entonces suéltame.
Me abrazó aún más fuerte.
 -No, estoy bien, hace frío.
Me adelanté un poco soltando las manos de Lewis, me di la vuelta y le miré:
 -¿Vamos?
 -Vamos.
Fue corriendo hacia el agua, me cogió la mano y nos metimos. Sólo reíamos y jugábamos, hacíamos tonterías y reíamos más.
 -Carrie, quiero que hagas una cosa.
 -¿El qué?
 -Túmbate, flotando, y extiende los brazos.
Lo hice. Él me sostenía y me susurraba la canción de Ángel, y yo la seguía. Todo era perfecto, nos comportábamos como una pareja, y lo mejor es que nos habíamos conocido el día anterior. Si pasaba algo entre nosotros, yo tenía claro que sería un simple amor de verano.
Se hicieron las nueve y vimos a Óscar llamarnos para cenar.
Subimos a la arena y cogimos las toallas. Luego Lewis me pidió que me diera la vuelta:
 -Joder Carrie, tienes el pelo por debajo de la cintura. Nunca te lo cortes, ¿Me oyes?
 -De acuerdo.
Subimos a cenar, había nubes. Las pinchábamos en un palo y las poníamos al fuego. Era una hoguera con más de doce personas alrededor. Fue una cena muy divertida, luego música hasta que se hizo tarde y nos metimos en las tiendas, me puse el pijama y me tiré en el colchón hinchable.
Yo compartía la tienda junto con Lily, una chica muy simpática. Ella ya estaba dormida. Me había entrado el insomio, cogí el móvil y me puse a jugar al tétrix. Minutos más tarde Lewis me llamó desde fuera de la tienda.
 -¿Carrie? ¿Estas despierta?
Asomé la cabeza.
 -Sí, ¿Qué pasa?
 -¿Puedes venir? Quiero mostrarte una cosa.
 -Pero estoy en pijama y..
 -Sí, es muy bonito, ¿Vienes?
Le hice una mueca pensativa y afirmé.
Salí de la tienda, y él me llevó a una montaña, tuvimos que andar como diez minutos hasta que llegamos a lo alto. Lewis se tumbó y yo lo hice también.
 -¿Has visto alguna vez tantas estrellas como hoy?
 -Nunca.
 -Mira, están la Osa mayor y menor, son difíciles de ver, pero si te concentras lo consigues.
Me quedé mirando las estrellas un buen rato hasta que le miro. Estaba observándome.
Le sonreí riéndome:
 -¿Qué miras?
 -Tengo sueño, ¿Qué te parece si bajamos?
 -No sé, ¿Dormimos aquí? Me gustaría seguir viendo estrellas.
 -Buena idea, voy a bajar a por las camas.
 -¡Te espero!
Era amable, era simpático, divertido. La faceta que estaba mostrando hacia mi era totalmente agradable. Era alguien que hace cuarenta y ocho horas no conocía de nada. Sin duda, me gustaba. Su forma de ser, y de cómo era cuando yo estaba con él. Me gustaba el tiempo que perdía junto a él. Me gustaba cómo me miraba. Me gustaban las canciones que me ponía. Me gustaba absolutamente todo. Pero me resultaba precipitado, la confianza que nos dábamos el uno al otro, los mimos y esas cosas, por una parte, me daba miedo, pero por la otra me encantaba.
Después de un rato le vi venir con las dos camas hinchables y me levanté a ayudarle. Puso una manta en el suelo, juntamos las dos camas, las hicimos y nos tumbamos. Lewis miró las estrellas y susurró:
-Somos un matrimonio amargado.
No entendí bien lo que dijo y le pregunté:
-¿Un matrimonio? ¿Por qué lo dices?
-Bueno, estamos prácticamente en la misma cama, mirando hacia arriba, sin hablar y sin hacer nada.
Se rió y me miró.
-¿Y qué pretendes hacer?
No dijo nada, sólo me abrazó y nos quedamos dormidos.

EPÍLOGO



Soy Carrie Constance Evuie. Mi nombre es un poco largo, pero acabas acostumrándote. Soy una chica de cincuenta y tres años. Mi físico deja mucho que desear, soy de tez morena para blanca, tenía el pelo largo, por debajo de la cintura, hasta que ayer me lo hicieron cortar. Ojos marrones y delgada. Vivo en la calle Térbollet. Tengo muchas compañeras que son como yo, pero ninguna sufrió tanto. Han pasado treinta y siete años desde entonces. Yo era muy feliz. Hoy sólo hablo conmigo mirando el espejo de una blanca habitación. Una habitación que me trae muchos recuerdos.
 -Señora Garret –Una voz suena desde la puerta de la habitación- sus medicinas, las dejo en la mesilla.
 -Váyase. Lo único que hacen es arruinarme. El señor deja las pastillas y se aleja, cerrando la puerta. Me levanto y agarro mi libreta, llena de garabatos y con un escrito en la pasta:
Gracias por preguntar, ese ‘’Garret’’ tiene una historia. Una historia épica, de la que no me olvidaré nunca.


‘’Carrie Constance Garret’’